Una mirada entre el Picacho de Galipán y el mar Caribe.

                                                                                                                   a Ronald y Andrea

Entre el Picacho de Galipán y el mar Caribe se encuentra ubicado por una ruta de difícil acceso la posada Tarahumara ofreciendo a sus visitantes el paisaje, la atención y gastronomía exquisita para quienes nos gusta disfrutar las cosas buenas de la vida.

Gentes del pueblo de San Antonio de Galipán en el Avila nos brindaron su cordial amabilidad al igual que los ponderosos canes marrón y turrón. Jorge García con gran ingenio y creatividad, además de ser un hombre sensible, es el anfitrión del restaurant.

Nos recibió la energía del Picacho en medio de un sortilegio de emociones encontradas. Fue entonces cuando puede apreciar la Gracia de la montaña que nos acogía y los vértigos vientos asomando la mirada hacia el mar.

Llevamos a cabo en este lugar de la montaña el sentido de toda búsqueda energética determinada ofrendada por el Picacho. El rito es muy simbólico. Nada más entrada la luz abundante al recinto es abrazada la abundancia del amor en el lugar.

La montaña regó con su aliento en el cielo de nuestro refugio Gozo y alegría. Los vientos consolaron todas nuestras angustias y tristezas. Y el símbolo más propio de la naturaleza acercó el encuentro de los amantes.

La primera entrada la hicieron las aves con sus cantos a la cabaña. Bailaron una vez y salieron, entraban de nuevo y bailaron una segunda vez; de nuevo salieron afuera. A la tercera vez que bailaron, dejaron una semilla como ofrenda y entonces descansaron. Y bailaban entrando y saliendo, como antes, dentro y fuera de la estancia una y otra vez.

Participaron también los vientos en el río, los aromas en la flor, el atardecer en el ocaso con su oblación. El canto duró toda la noche y es así como en este lugar recóndito se baila, se canta y se unen en comunión el amor del Picacho de Galipán y  el corazón del Caribe en flor.