Las nueve imágenes que conforman el corpus de veinte obras de esta serie se concibe, gesta y fecunda en la psique como la posibilidad de conciliar los opuestos dentro de nosotros mismos. Qué veo a través de su reflejo; la transformación de aquello que media entre dos mundos, lo real y lo intangible.
El espejo como símbolo expresa las conexiones esenciales que cada quien percibe a través del objeto. Las imágenes son apariciones reflejadas de lo inmediato y lo pasajero que producen un sentimiento ambivalente; dos fuerzas afectadas por el cambio de aparecer y desaparecer. Un juego entre el mundo visible y el reflejado desde la realidad física y proyectada del universo. 
El verdadero trabajo de contemplación de este proyecto lo hace el espectador de modo que se pregunta qué ve realmente en la obra, evidenciando extrañeza ante lo observado. Toda esta serie de desavenencias, a las que el observador no está acostumbrado, se disipan en cuanto la imagen es capaz de profundizar en su significado. 
En este sentido para la creación de las imágenes se eligieron varios escenarios donde tuvieron lugar cambios fundamentales que sucedieron durante el proceso, evidenciando el carácter temporal entre lo que fue capturado y lo que fue ejecutado. Las imágenes son la personificación de lo ausente y lo poblado contenidos en el espejo en el cual el alma humana se encuentra con las imágenes que la visitan.
Es allí donde lo fotografiado se extiende hacia el otro lado considerando la imagen real y la reflejada menos distanciadas de lo que pudieran parecer a simple vista. De esta manera ingresamos al inconsciente, exteriorizando los reflejos de nuestras propias sombras que transitan por los laberintos en busca de su identidad.









 
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