Clemente de Alejandría decía: “Aquel que se conoce a sí mismo, conoce a Dios”
De las múltiples conversaciones que sostuve con Edgar sobre la manifestación de la esencia Divina, yo sabía que debía encontrar desde mi propio mundo interior estas reflexiones. Debía precipitarme al fuego infernal para entender las posibilidades que la esencia de Dios constituía para la unión ceremonial con el todo.
Esto solo es posible concentrando la mirada en sí mismo; encontrarse a sí mismo mediante la introspección. La respuesta no viene del afuera sino del adentro donde el individuo busca conocerse a través de su propia experiencia de Dios como seres contenedores de ella.
Es así, como de la relación entre la piedra conmemorativa de Jung y la piedra que yo soy (el ojo), obtuve un mundo de respuestas. Jung habla de las imágenes de Dios como inseparables de las imágenes del “Self”. Jung denominó Self a un centro psíquico de guía interior que trata de recuperar esa energía transformadora y renovadora del símbolo en nuestra experiencia psíquica humana.
Cómo establecemos la relación de polaridad de lo Divino en nosotros, sabiendo que existe y que influye en todo lo que pensamos y hacemos, proveniente de nuestra historia personal, familiar y cultural. Jung dice: Cómo experimentar “el fuego asolador y la gracia inefable” si no es través de la psique.
Cómo se manifiesta en la psique las ideas que el hombre tiene o no de la polaridad de Dios. Según Jung los símbolos religiosos son revelaciones de la vida psíquica interior.
La conexión entre los símbolos religiosos tradicionales y nuestra experiencia, se expresan en nuestra psiques. Dios se dirige a nosotros utilizando imágenes provenientes de lo inconsciente profundo, sostiene Jung. “El self podría ser receptáculo para la Gracia Divina”.
Cómo nos hacemos conscientes de nuestra individuación en el todo? En el momento en que la chispa Divina se vislumbra en nosotros es cuando aprendemos a hacernos conscientes. Es así como la mayor hazaña del Ser humano es convivir con las tendencias opuestas bien- mal, oscuras- claras de Dios en nosotros mismos. Es comprender el propósito de la existencia. Vivir la vida de manera trascendente es hacerla sagrada. “Volar es romper el cascarón”.
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