martes, 18 de febrero de 2014

La imagen arde con lo real



La imagen nos revela la verdad de una realidad? En qué sentido esto constituye una vía para el discernimiento? "La imagen arde en su contacto con lo real". Walter Benjamín decía “Un incendio de la obra donde la forma alcanza su mayor grado de luz”.
Ante este escenario que estamos viviendo, nunca antes la imagen había mentido con tanta credibilidad y nunca antes se había manifestado tanta censura y desvastación.
La imagen es un archivo de la memoria dispuesta como un acto de fe, en tanto que el montaje como mentira es un asunto de querer falsear la realidad, de destruir la imagen, initación del recuerdo de las cosas, los seres, las sociedades.
Para que las imágenes sean miradas en nuestra memoria deben “arder” en nuestro inconsciente. 
 “Al igual que la mano no puede soltar el objeto ardiente sobre el que su piel se funde y se pega, la imagen, la idea que nos vuelve locos de dolor, no puede arrancarse del alma, y todos los esfuerzos y los rodeos de la mente para deshacerse de ellas lo atraen hacia ellas ” Paul Valery.
Por lo tanto el fotógrafo tiene una responsabilidad esencial de lo que está pasando. El arte creativo de fotografiar  se funde en la mirada habitada en el momento decisivo. La experiencia de darle sentido a la imagen deja una huella en el tiempo que toca nuestros sentidos.
“Es esencial extraer la materia prima de la vida, extraer y extraer, pero extraer con discriminación. Mientras esté trabajando, un fotógrafo debe tener la conciencia precisa de lo que intenta hacer” Cartier Bresson.
"La imagen arde con lo real", con el deseo que lo anima en el momento que uno se ha acercado al centro del mundo habitado por lo sagrado. Rilke llama a ese centro la totalidad de lo que es la realidad. Estar en “el otro lado” no es la representación de cada cosa, separada de toda presencia de sí mismo, de tenerla frente a sí y no verla aun cuando miramos incesantemente fuera de nosotros, sino la representación  de la cosa misma.
“La fotografía es literalmente una emanación del referente. De un cuerpo real, que estaba allí, han surgido unas emanaciones que vienen a impresionar, como la luz diferida de una estrella. Una especie de cordón umbilical une el cuerpo de la cosa fotografiada con nuestra mirada:  la luz aunque impalpable, es aquí un medio carnal, una piel que compartimos con el que ha sido fotografiado” apunta Roland Barthes.
Transformar nuestra mirada sería la manera de acceder “el otro lado” del mundo. Estar consciente de esta intencionalidad sería lo equivalente a la "muerte" según Rilke. El hecho de vivir en la totalidad, es “el otro lado” (por la muerte) en la intimidad del ser, en la experiencia mística de la realidad del afuera en nosotros.
La incertidumbre que genera estar separado de esa intimidad con la imagen que es lo que está a la luz del ser, de la belleza sagrada, de lo interior es tarea ardua difícil. Desde la certeza se va hacia lo más interior para surgir al afuera y ser fiel a la existencia. Arriesgar es trascenderse a sí mismo, a la verdad y esto tiene lugar cada vez que hacemos una imagen.
Ha dicho Rilke “nosotros nos identificamos con este arriesgar, lo queremos”. “Una experiencia rebosante surge en mi corazón”. EL mundo interior y el exterior se reúnen en un solo espacio continuo que abarca la totalidad del ser. El divorcio entre el ser y la naturaleza ocurre cuando no hay unicidad. “Un hacer sin imagen” se produce cuando no hay contemplación de la naturaleza ni identificación con ella.
Nuestro deseo más íntimo es empapar nuestro espíritu de gratitud y regocijo frente a la imagen. Como dice Rilke “somos las abejas de lo invisible. Locamente libamos la miel de lo visible para acumularla en la gran colmena de oro de lo invisible”.

 
                                Trabajo realizado en Oritapo. Documentalismo con Leo Alvarez


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