lunes, 2 de junio de 2014

Continente autobiográfico.


Lo mismo que la piel recubre la superficie entera del cuerpo donde se insertan todos los órganos, la función de «continente» de la piel envuelve el «aparato psíquico» que restituye las emociones y sensaciones con el mundo exterior de acuerdo a las necesidades.

La piel asociada al nacimiento y renacimiento es el pergamino original que conserva las cicatrices imborrables de una escritura  hecha de «trazos cutáneos» que significan «nacer». La triplicidad esencial del ser humano: cuerpo, alma y espíritu.

La piel es una barrera protectora del psiquismo y un filtro que me lleva a considerar el espejo de mi propia realidad. Es parte de la madre —especialmente sus manos— que mantiene el cuerpo del bebé en un estado de unidad y de solidez.

La función contenedora de la piel es una respuesta al sentimiento de existencia de «uno mismo». La capacidad de tomar decisiones sin intervención de ninguna influencia del exterior. Ser «autónomo» es ser libre y responsable.

La dificultad borrosa de ver el cuerpo desdibujado en la imagen reclama la confesión de mis pensamientos, sentimientos y de mis angustias; una realidad compleja que se oculta bajo las apariencias que aflora y se desborda.


Restablecer el velo imaginario de mi piel refuerza la sensibilidad y sensualidad, la suavidad del calor del abrazo en comunión con el mundo exterior.












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