lunes, 19 de septiembre de 2016

Nunca existe un lugar


La voz femenina de esta imagen es una forma intimista del movimiento del cuerpo y la mente descarnada de una mujer como parte de la percepción de lo que deseamos ser. Una profunda mirada al interior de lo inacabado, insatisfecho e inconforme en constante búsqueda de la totalidad. 

La imagen en monocromo del cuerpo logra que la mirada contenedora del autorretrato resquebraje el sentido de finitud. También desnuda las cicatrices del miedo y la desesperanza soportando el vacío que atraviesa la piel para depositarse sigilosamente en la mente del espectador.

No es un hechizo de Fata Morgana, la imagen existe por sí sola en el tiempo y el espacio en el que respiramos. Yace en la quietud del imaginario buscando la fragilidad del propio reflejo donde reconocerse. Incita a rebasar el límite no sólo en la ardiente actividad imaginativa de la mente sino también en los entresijos del ser.

Así entonces, la imagen busca expresar el significado disponible en los registros de la memoria. Activa la válvula del inconsciente y nos invita a pasear por un laberinto sensorial en donde involucra las zonas oscuras y luminosas de nuestra mente. La rúbrica del verdadero aspecto o realidad íntima de la vida que se manifiesta en cada momento de la existencia humana.








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