martes, 11 de agosto de 2015

LA FLOR DE ORO


Hui Ming  Kinga “Si quieres consumar sin efluxiones el cuerpo diamantino, debes calentar expresamente la raíz de la conciencia. Debes iluminar la tierra beatífica, constantemente próxima, y ahí dejar siempre residir oculto tu verdadero yo”.


La percepción de  los círculos lumínicos, expresados como símbolos mágicos en la imagen,  yace en el fondo del canal en la oscuridad de lo inconsciente. Un sostenido encantamiento facilitado por el proceder fotográfico de la imagen se alzó ante mí como una luz inefable cuya fuerza era tan grande que llamó mi atención. Si bien seguí caminando por el embarcadero, resolví asegurarme una vez más de dónde provenían intentando penetrar ese brillo que casi me impedía seguir avanzando.

Los círculos mágicos de luz plenos de expresión y efecto resplandecientemente creciente, provenientes de una oscuridad latente, trazaron proyecciones del acontecer anímico de mi personalidad. Como si una repentina irradiación de luz de origen inconsciente se hiciera consciente bajo la forma de autoconocimiento.

La necesidad de haber visto símbolos de luz mágicamente en el agua es el lenguaje de la conciencia. El fenómeno espontáneo y su efecto asombroso produjeron en mí  una sensación placentera en cuanto a la solución de los enredos emocionales e ideológicos.

El que la imagen en consideración sea o no una ilusión óptica va más allá de la facultad de percepción y juicio crítico. Se trata de una experiencia psíquica que entra en escena bajo la forma de conciencia. Un proceso de vida y crecimiento del camino consciente vivido con la más plena e íntegra esencia de sí mismo.

Podemos dar por sentado que sólo de esta manera se garantiza que la vida no se torne una simple experiencia. Proponernos con devoción permanecer continuamente conscientes de todo lo que  se hace, siente y piensa hasta la médula.


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