El retrato produce un efecto específico en el observador de lo propio, de lo particular regido por su bagaje cultural. La imagen nos revela un intervalo en el tiempo que es como el fenómeno del doble de la imagen fotográfica o de la muerte. La primera referencia que hizo Otto Rank sobre el tema del ‘doble’ tiene que ver con reflejos en espejos, con sombras, con la creencia en el alma y con el miedo de la muerte. El personaje que se pierde y abandona su sombra. Luego encontramos distintas aproximaciones acerca del narcisismo que va esencialmente ligado a la aparición del Don Juan en el caso del retrato como tema del reflejo.
En su libro la Cámara lúcida, Roland Barthes dice en lo concerniente a la imagen fotográfica lo siguiente: " la fotografía solo adquiere su valor pleno con la desaparición irreversible del referente con la muerte del sujeto fotografiado con el paso del tiempo. En la fotografía del referente desaparecido se conserva eternamente lo que fue su presencia fugaz hecha de intensidades. La esencia de la fotografía es precisamente esa obstinación del referente de estar siempre allí. La fotografía es una prueba de lo que siempre ha sido de lo que fue y ha muerto. Vemos en ella detalles concretos que ofrecen un complemento de información, conmueven abren la dimensión del recuerdo, provocan esa mezcla de placer y dolor, la nostalgia es la momificación del referente.”
La imagen del retrato revela el hecho de ser tal y como fue en un instante concreto, en su expresión inefable que más nunca podrá repetirse. Una especie de simulacro de la muerte o del amor como algo diáfano. Esta imagen crea mi cuerpo o lo mortifica en el instante que va a nacer, concibiéndolo como individuo. En El lamento de Ariadna de Edgar Vidaurre se manifiesta la experiencia poética del estado de gravidez del Ser único en éstas líneas
Aquí estoy
Vacía de luz por dentro
Y estas aguas estremecidas
Mira lo que queda en el fondo de la sal
Apenas un puñado de sombra
Un hilo en los cabos de mi corazón
Un hijo nacido dentro del alma
Nadie vendrá a este rompimiento de olas
Sólo yo y el dolor
Dueña de mi propio centro
Nadie me ha dado a luz
Nadie
Esta soledad arrebatada
Estado de gracia en donde me doy a luz
A mi misma.
Y es por ello que cada vez que hago un autorretrato me desgarra una sensación arrebatadora. La imagen que representa ese momento tan sutil sometida al ruido del disparador automático del clic rompe con toda postura en una "micro experiencia de muerte". Cuando me descubro, lo que veo a través de la fuerza de la imagen es El otro yo despojándose del padecimiento de un reciente duelo que pulsa en mi interior al ofrendar mi Ser.
Por tal motivo, la razón por la cual me interesa el autorretrato es la imagen que la foto revela, el ser que se muestra para que me reconozca, ya sea para asombrarme de lo que se ve en ella, ya sea para amar o morir en ella.
La fotografía siempre ha tenido en mí ese desafío por congelar momentos, estados, expresiones y transportarte. Ahora, el autoretrato aumenta esa sensación exponencialmente cuando te comunicas con tu cámara.
ResponderBorrarTodo está dicho en esa imagen, no hay nada que te juzgue, todo queda entre tú y ese cliché.
Hermoso escrito Sara, me encanta que dejes fluir al artista que hay dentro de ti.
Namasté