martes, 8 de octubre de 2013

El otro Yo


Un buen retrato me parece siempre la dramatización de una biografía, o, mejor dicho, el derecho natural inherente a todo hombre, Baudelaire, salón de 1859

Concebir la imagen del otro como una representación de la naturaleza anímica, psíquica y física del retratado constituyó una de las tareas más difíciles del curso. La sesión fotográfica entre el retratado y el retratista consistía en revelar la empatía entre cada uno de ellos transformando el hecho real en una manifestación artística.


Una de las primeras asignaciones de retrato que Ricardo Peña nos invitó a realizar fue el plano americano. Comencé retratando a mi instructora de yoga luego de nuestra ritual práctica lo que me reveló a una Yogui perspicaz en absoluta armonía sincopada con la Gracia de la amistad que nos ha acompañado desde hace varios años.

En busca de locación, luz y contraste de lo que quería retratar logré captar con dedicación y aplomo el momento adecuado con una de mis hijas. La imagen que se reveló sorpresivamente ante mis ojos fué la de una niña cauta, tímida con una premura particular ante el registro fotográfico.



Con mucho arraigo, Peña nos lanzó a la vía pública en busca de nuestro siguiente objetivo, retrato de calle. Desde las primeras horas de la mañana salí cual impresionista en busca de la luz adecuada. La concha acústica me cubrió con su generosidad arquitectónica, geometría que logré en el retrato de una desconocida deportista.















La controversial personalidad desbordada del retratado fungió de guía en esta oportunidad para el retrato. Qué importante es el hecho abarcante de la proyección de la imagen sin máscaras en el acto irremediablemente fúlgido del instante del clic. 











La espontaneidad inherente a los niños evocó los recuerdos de un pasado lejano en el acto mágico de registrar el retrato en grupo de los hermanos; remembranza de un cuadro de familia cuando papá con su cámara nos fotografió a mi hermano y a mí un sin número de veces a lo largo de nuestras vidas. 











En la siguiente asignación me dispuse a retratar como sinfín una de las obras arquitectónicas más admiradas por mi persona; el campanario de la capilla del colegio La Salle La colina. 


Sujeta a los salmos responsoriales de la Misa pude revelar el carácter eclesiástico del retrato, proyecto harto ambicioso y reticulado por demás del arte moderno de la ciudad.









Tras dejar descansar por varios día las imágenes, me adentré a la siguiente actividad…! Contextualizar al retratado a través de la práctica de lo que hace. En esta oportunidad vendedores, vigilantes, deportistas etc, eran los personajes de ésta retórica fotográfica. El grupo de football de salón de la Ucab superó mi expectativa frente al retrato de uniforme. Agazapados bajo la sombra de un árbol a pleno sol del mediodía, los jóvenes se dispusieron amablemente a ser retratados, oportunidad que me concedió la amistad de 12 futbolistas.








Para la última asignación el efecto placebo del retrato había actuado como analgésico en la fotografía. La música ha sido el arte que ha acompasado mi vida por largos años. Bajo esta premisa me dispuse hacer retrato de oficio a los respetados representantes de la música, por demás valiente acción de mi parte! Gentilmente, el maestro siempre presente en los quehaceres musicales, me ofreció la mirada que caracteriza el retrato de un gentleman. 










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Así mismo, pude descubrir en su sonrisa la certeza diáfana del poeta, músico y sobre todas las cosas del ser amado.









En pocas palabras resumo: la experiencia del retrato comienza a ser la razón especial de revelar/me en los seres queridos que me acompañan en ésta árdua tarea de fotografíar.












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